El pueblo donde soñar estaba prohibido

Que esperamos ver cuando alzamos nuestras miradas al cielo? Nada hay allí que no hayamos visto antes, no hay sorpresas en el, pero lo seguimos haciendo. Y cada vez que levantamos nuestras cabezas y miramos hacia arriba, todos nuestros sueños vienen a nuestra memoria, como si el firmamento crease un trance místico en nuestra psiquis.

En un pueblo, donde el nivel tecnológico era avanzado, un grupo de científicos descubrió que el hecho de levantar la mirada es lo que activa en nuestra mente la acción de recordar nuestros sueños.

Un tiempo después de haber hecho este descubrimiento, el pueblo se sumió en una gran crisis y la población se salio de control. La insatisfacción se sentía en el ambiente y el gobernante no tuvo más opción que utilizar aquel avance tecnológico para calmar a su gente. Así fue como este ordeno crear un mecanismo que inhibiese a la gente de alzar la mirada y obligo a todos a llevarlo, incluso a él mismo.

Con aquel aparato, rápidamente se calmaron los ánimos del pueblo, pero a cambio todos perdieron su individualidad; actuaban como si todo lo hiciesen mecánicamente. Ya no había diferencia entre humanos y herramientas en aquel lugar. Todo se volvió monótono y predecible, y la magia de vivir se transformo en solo una obligación entre tantas.

Una vez pasada la mala época, se abolió la ley anti sueños y los dispositivos fueron quitados de todos los habitantes. Pero, aunque había terminado la época de la prohibición, nadie quiso levantar su cabeza. Todos se encontraban conformes con esta decisión y así el pueblo se mantuvo en esta postura de no soñar. Raramente, el pueblo, aun sin sueños, comenzó a prosperar. Se transformo en un paraíso utópico sin precedentes, algo ni siquiera soñado por sus vecinos que envidiaban su grandeza en silencio.

Un día, un viajero llego al pueblo sin sueños. Se dirigió al hotel y decidió pasar la noche allí. Al amanecer, fue a desayunar al bar del hotel, donde le atendió un hombre que tenia una sonrisa radiante. Le pidió un café y este se lo trajo, mirándole alegremente. Entonces, el viajero, que no esperaba ver ese tipo de sonrisas en un lugar como este, le interrogo:

- Disculpe señor, puede decirme si es real que en este lugar nadie tiene sueños?

- No amigo, eso no es verdad, aquí todos tenemos sueños, pero jamás los recordamos.

- Y porque no los recuerdan?

- Pues no queremos hacerlo…

- No comprendo, porque alguien no querría recordar sus sueños?

- Durante mas de cuatro décadas se nos prohibió el recordar nuestros sueños, amigo. Nadie aquí tenia derecho a saber que era lo que más anhelaba. Todos sufrimos mucho esta orden, pero aprendimos algo de nuestro dolor silencioso…

- Que se puede aprender de ello?

- Comprendimos que no habíamos perdido nuestros sueños, sino que solo habíamos dejado de aferrarnos a ellos.

- En realidad cada vez me confunde más.

- Se lo resumo fácilmente, para no tener que explayarnos en teorías que solo confundirían su mente; los sueños que se hacen realidad, jamás fueron sueños.

Dicho esto, el hombre sonriente se retiro sin saludar, pero dejando en el viajero una sensación de despedida cordial en su alma.

El viajero no entendió estas palabras, pero se propuso algún día llegar a comprenderlas, pues quería gozar de la misma felicidad que aquel hombre le demostró ese día.

Así este regreso a su tierra y decidió imponerse la misma restricción que habían llevado a cabo los pobladores de este sitio utópico.

Durante mucho tiempo se sumió en una gran agonía existencial. Desolado, no hacia más que intentar recordar esos sueños que le mantenían vivo, pero era en vano.

Al cabo de unos años de suma introspección, se le vio feliz y comenzó a brillara cada vez mas su existencia, como si hubiese alcanzado una verdad absoluta o si su realización hubiese llegado al fin.

Un buen día, un amigo que sabia de su experimento, le visito para interrogarle sobre su estado actual, pues el sitio la evolución de aquel hombre y se sintió intrigado por aquella sensación que le llevaba a verlo tan diferente. Entonces se paro frente a él y le pregunto:

- Que es lo que ganaste perdiendo tus sueños? Porque ahora que ya no los tienes eres feliz?

Este contesto con las mismas palabras de aquel buen hombre del pueblo, en el bar del hotel:

-Oh, querido amigo! Es que los sueños que se hacen realidad jamás fueron sueños.

El visitante, con un gran rostro de duda luego de aquella explicación, le siguió cuestionando:

- Disculpa amigo mió, no logro entender tus palabras, es tal vez algo que se debe comprender sin usar el entendimiento?

Entonces, aquel feliz hombre contesto:

Amigo, es muy fácil; podemos transformar nuestras ideas en ideales, y vivir con esperanzas y expectativas sobre el mundo, aferrandonos a ellas aunque jamás lleguen; o podemos sino transformar nuestras ideas en conceptos, y llevar nuestras metas a cabo sin llegar a transformarlas en utópicas. Mi felicidad la gane al perder las falsas ilusiones a las que me aferraba. Gane mi libertad, mi realización, al poder ver la realidad dejando de lado mis fantasías. Los sueños son sueños si dejamos que lo sean.

Fin



(regalo de cumpleaños hecho a mi querida amiga Emilia Rivolta, perdon por subirlo, pero me gusta mucho este cuento)

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